¡Atención!. ¡Un vampiro!. La realidad aporta
nuevos modelos …
Susana Llahí
Cristian Vélez, como dramaturgo y director, nos ha
acostumbrado a piezas con fuerte contenido metafórico, para ello, ha recurrido
a los mitos: tal es el caso de La tierra
de Rucribentián y Rucribentián 2.0,
el encuentro con el dragón (2006); a temas consagrados por la literatura: La leyenda del Rey Arturo (2008); a
Frankenstein, obra con rasgos de terror gótico, con una muy buena adaptación en
La sorprendente historia de Víctor
Frankenstein (2010); a una excelente creación donde revaloriza el papel la
historia, la tradición y la memoria, en El
pueblo de la memoria perdida (2012) y finalmente, este año, a una nueva
adaptación de la novela que dio vida a Drácula el famosísimo vampiro, con Lácudra, el vampiro. Siempre con el
deseo de exaltar los valores que deben estar presentes en la convivencia: la
solidaridad con el más débil, el derecho a la libertad para decidir, la memoria
como fuente de aprendizaje, el derecho a preservar el medio ambiente, evitar la
usura y la depredación que realizan quienes manejan los grandes intereses del
mundo.
Jonathan visita la estancia “La
Sangría” para tratar un asunto de negocios con el gerente de una empresa
multinacional llamada “Transilvania”, dedicada a la explotación de la soja
transgénica. Se encuentra con que este gerente es el conde Lácudra, quien
aspira a casarse con su prometida porque su padre es propietario de un interesante
latifundio. El conde tiene un simpatiquísimo y mentiroso ayudante y la
enamorada de Jonathan tiene una muy simpática amiga.
En la
estructura de la pieza se presentan los elementos opuestos que caracterizan el
universo infantil: lo bueno-lo malo; lo justo y lo injusto y en medio de todo,
la presencia del “héroe”, que en realidad posee las características del
antihéroe moderno: siento miedo, se esconde, balbucea cuando defiende sus
principios, en fin … es humano. Y esto agrada a los chicos, como de alguna
manera también se sienten atraídos hacia el tramposo y mentiroso sirviente. La
pieza deja bien en claro que la maldad necesita de inteligencia, los chicos
sienten esa doble empatía de atracción y rechazo. Los personajes negativos
generan aplauso y abucheos, de la misma manera que genera adhesión el personaje
honesto. Personajes tan bien delineados que los niños pueden extraer sin
dificultad lo repudible del accionar de Lácudra, su deseo de “chupar la
sangre”, más que de un cuello, de todo un pueblo. Contextualmente, el tema de
la soja transgénica no le resulta extraño al niño, no obstante, si por la edad
no llega a comprenderlo, el “vampirismo” queda claro con todas sus
implicancias. Finalmente, el bien triunfa sobre el mal y el extorsivo Lácudra
recibe su castigo.
Cristian
Vélez amplía el espacio escénico utilizando la platea en algunas escenas. Por
ejemplo, la carreta que ingresa por el pasillo a las tierras del castillo,
parece avanzar mientras gira su rueda. Un precioso efecto de movimiento. En otras
escenas la persecución se desarrolla entre las butacas, los pequeños se sienten
involucrados, se entusiasman y participan guiando a los personajes. Actuación
teatralista con procedimientos que varían entre lo cómico y lo caricaturesco,
generados por la comicidad del gesto, de las situaciones o del lenguaje. Tal es
el caso de Jonathan cuando quiere eliminar a Lácudra y tembloroso esgrime los
elementos “clave” para matar a un vampiro: ajo-agua bendita y cruz, accionar
coronado por un rotundo fracaso. O cuando Jonathan insiste en que el ayudante
de Lácudra es el conductor de la carreta, la mecanicidad causada por la
repetición es sumamente cómica. O cuando una palabra es tomada en sentido
literal, y en realidad fue empleada en sentido metafórico, la pieza tiene un
interesante juego con el lenguaje, ya desde el mismo título: Drácula- Lácudra.
Los títeres, personajes relatores, resultan muy atractivos para los chicos. La
música de Marcelo Fandiño nos ubica en el espacio campero en el momento del
gato y la milonga, acrecienta el entusiasmo de los chicos con el rap y regatón,
ritmos muy bonitos, pegadizos y sobre todo, con muy buena vocalización (todas
las letras se entienden a la perfección). La ambientación remite al castillo y
a la bóveda de Lácudra, espacios que el cine se encargó que fueran más que
conocidos por los chicos. Muy bueno el vestuario y la confección de los
muñecos.
Cristian
Vélez, joven director y dramaturgo, que crece en cada una de sus realizaciones.
Ficha técnica:
El grupo “La pared invisible”
presenta: Lácudra, el vampiro, adaptación de Cristian Velez. Teatro: Carlos Carella. Bartolomé Mitre 970. T.E.: 4345-8774 – Sábados y domingos a las 16 hs.
Autor: Cristian Vélez. Elenco: Hernán Bravo Baldassini, Ezequiel Davidovsky, Cristian
Gil Fuster, Nadín Gabo, Elina García Garrido. Escenografía: Marco Gianni. Maquillaje: Julieta Samame, Diseño de
vestuario: Elina García Garrido
Maquinaria: Rodolfo Gómez, Roberto Gutiérrez, Jorge Portillo. Fotografía: Pedro Palacios. Asistencia
artística: Mariano Bedrossian, Asistencia de
dirección: Silvia Adorno. Coreografía: Maite Niborski.. Dirección: Cristian Vélez. Prensa: Laura Castillo.